El pasado 28 de abril, un apagón eléctrico masivo dejó sin suministro a gran parte de la Península Ibérica durante más de 10 horas. Las pérdidas económicas fueron inmediatas: se estima un impacto de hasta 2.000 millones de euros en España, con sectores clave como la industria, el comercio y la logística completamente paralizados. Pero hay otro daño, menos visible pero igual de preocupante, que las empresas empiezan ahora a calcular: la pérdida de datos.
Según estimaciones preliminares, más del 40% de las empresas afectadas por el apagón experimentaron algún tipo de incidente relacionado con la integridad o disponibilidad de sus sistemas informáticos. Desde documentos no guardados hasta servidores que se apagaron sin previo aviso, pasando por fallos en las bases de datos o interrupciones en servicios digitales. En un mundo cada vez más dependiente de la información, este tipo de eventos son una amenaza directa a la seguridad de los datos y la continuidad del negocio.
“Muchas empresas se han dado cuenta demasiado tarde de que proteger sus datos no es solo cuestión de tener un antivirus, sino de estar preparadas para lo inesperado”, señala Grupo Atico34, firma especializada en protección de datos y cumplimiento normativo. “Un apagón puede ser tanto físico como digital. En ambos casos, el impacto puede ser devastador si no existen planes previos”.
Apagón = Riesgo crítico para los datos
Un corte eléctrico de esta magnitud expone debilidades estructurales en materia de protección de la información. De hecho, un apagón (ya sea energético o digital) afecta directamente la seguridad de los datos en al menos 5 puntos críticos:
1. Caída de sistemas de seguridad: Muchos de los mecanismos que protegen nuestros sistemas (como firewalls, cifrado activo, autenticación 2FA o herramientas de monitorización) dependen del suministro eléctrico constante. A causa del apagón, empresas como Cajamar tuvieron problemas para restablecer los servicios de su banca online.
“Detectamos múltiples empresas que vieron caer sus servidores y con ellos sus sistemas de cifrado y control de accesos. Durante horas, la información estuvo literalmente expuesta”, advierten desde Grupo Atico34. “No por negligencia, sino por no haber previsto un escenario de corte masivo y prolongado”.
2. Acceso físico a infraestructuras: Sin electricidad, los sistemas electrónicos de control de accesos también fallan. Cerraduras magnéticas, torniquetes, sensores o alarmas quedan inoperativos, dejando puertas abiertas a potenciales intrusos.
3. Pérdida o corrupción de datos: Uno de los riesgos más comunes, pero también más graves. Muchos sistemas se apagaron de forma abrupta, sin posibilidad de cerrar procesos de forma segura. Esto generó pérdidas de datos temporales, corrupción de archivos y, en algunos casos, daños físicos a los discos duros o servidores por la subida súbita de tensión al volver la corriente.
“Si no cuentas con un sistema SAI que garantice varios minutos de autonomía, no puedes proteger tus datos frente a apagones imprevistos. Y esos minutos marcan la diferencia entre mantener o perder tu información crítica”, explica Grupo Atico34. “Aún peor: algunas empresas no tenían copias de seguridad actualizadas, lo que agrava las consecuencias”.
4. Brechas en la continuidad del negocio: Sin energía ni conectividad, muchas compañías no pudieron cumplir con sus obligaciones legales, cerrar auditorías o realizar controles internos. Esta interrupción, aunque sea temporal, puede tener implicaciones legales y contractuales.
5. Oportunidad para ciberdelincuentes: Aunque no se confirmó ningún ciberataque durante el reciente apagón en España, la posibilidad de que delincuentes aprovechen este tipo de escenarios es real y cada vez más sofisticada.
Directiva NIS2: más urgente que nunca
En este contexto, cobra especial relevancia la Directiva NIS2 de la Unión Europea, que obliga a miles de entidades esenciales —como operadores energéticos, sanitarios, financieros, tecnológicos o de transporte— a elevar sus estándares de ciberresiliencia y a implantar medidas robustas de continuidad.
En España, la transposición de esta normativa se encuentra en fase avanzada y afecta a más de 30.000 entidades, tanto públicas como privadas. Entre sus exigencias destaca la obligación de contar con planes de contingencia, de realizar evaluaciones periódicas de riesgos y de designar responsables en materia de seguridad.
“Lo que busca NIS2 es precisamente evitar que un apagón o un incidente tecnológico convierta a una empresa en un rehén de su propia vulnerabilidad”, apunta Grupo Atico34. “No se trata sólo de evitar multas, sino de garantizar la supervivencia operativa en escenarios extremos”.
La directiva también contempla sanciones importantes para quienes no adopten medidas suficientes de seguridad. Y obliga a reportar incidentes graves en plazos muy cortos. Para muchas empresas, cumplir con estas obligaciones requerirá revisar sus sistemas desde la raíz.
Cómo mitigar el riesgo ante futuros apagones
Si algo ha dejado claro el reciente episodio, es que no basta con tener buenas intenciones. Las empresas necesitan implementar soluciones prácticas y efectivas para proteger sus datos frente a eventos extremos. ¿Por dónde empezar?
1. Evaluar vulnerabilidades: Es fundamental realizar una auditoría interna de los puntos débiles en infraestructura, tanto física como digital. ¿Hay SAI instalados? ¿Cuánto tiempo de autonomía ofrecen? ¿Dónde están alojadas las copias de seguridad? ¿Los sistemas de acceso siguen funcionando sin luz?
2. Implementar planes de contingencia: No se trata de tener un documento guardado en un cajón, sino de contar con protocolos probados y asumidos por toda la organización. Los simulacros y las pruebas periódicas son clave.
3. Designar un responsable de protección de datos: Ya sea por obligación legal o por decisión estratégica, contar con un Delegado de Protección de Datos (DPO) profesional puede marcar la diferencia. Esta figura coordina las acciones preventivas, establece las prioridades y garantiza el cumplimiento normativo en situaciones críticas.
“La mayoría de las fugas de datos que se produjeron durante el apagón podrían haberse evitado con medidas tan simples como tener una copia en la nube o una alimentación de respaldo básica”, concluye Grupo Atico34. “Pero para eso, alguien debe pensar en ello antes. Y ese alguien, idealmente, debe ser un Delegado de Protección de Datos”.
4. Apostar por la resiliencia digital: Esto implica invertir en tecnología redundante, mejorar la ciberseguridad y formar al personal. No es una moda ni una exigencia burocrática: es una necesidad operativa para la supervivencia.
Sin luz, no hay control. Y sin control, los datos quedan expuestos. El apagón de abril fue un aviso. El próximo podría ser aún más complejo. Con la NIS2 como guía y con la conciencia de que los datos son tan críticos como la energía, las organizaciones tienen ahora la oportunidad y la responsabilidad de estar mejor preparadas.