Los altavoces inteligentes no son simples asistentes virtuales, son un canal abierto de conocimiento e influencia como no se había visto jamás.
En la era de lo digital la pérdida de privacidad es irremediable. Por eso la única alternativa que nos queda a los usuarios es tomar parte activa, recuperar el control de nuestros datos y tratar de obtener un beneficio de ellos. Los usuarios nos hemos pasado años regalando nuestros datos a las empresas a cambio de acceder a determinados servicios y aplicaciones de manera gratuita, pero sin ser conscientes del peligro que esto supone. En las últimas semanas no paran de surgir informaciones en torno a los gigantes tecnológicos y a el uso que éstos hacen de los datos personales de sus usuarios. ¿Para qué necesita la linterna de mi móvil acceder a mis contactos?, ¿y la aplicación de La Liga al altavoz de mi terminal?, ¿graba Amazon las conversaciones de sus clientes? ¿es cierto que Google escucha todo lo que hablas? Sabina Guaylupo, experta en Derecho de Privacidad y Protección de Datos, explica que “los altavoces inteligentes, como Echo o Google Home, no son simplemente asistentes virtuales. Son un canal abierto de información y conocimiento como no se había visto jamás. Y se han metido en nuestras casas.” Por no hablar del gran espía que es nuestro teléfono móvil, que registra todos y cada uno de nuestros movimientos.
Pero no se trata de dejar de utilizar estos dispositivos, sino de cambiar el paradigma actual a uno más transparente, en el que las empresas les digan a los usuarios qué datos tienen de ellos, para qué los usan y a quiénes se los venden. “Yo no quiero dejar de usar Google Maps. Lo quiero es que Google me diga qué información está sacando de mi y que me de la opción a elegir: si prefiero pagar por sus servicios o quiero que siga usando mi información y que la venda. Pero quiero poder decidir”, plantea la responsable de Experiencia de Usuario de Mydatamood, Ángela Álvarez. Y es que estas noticias generan preocupación y malestar entre los usuarios, que ven peligrar su intimidad y cómo las multinacionales se lucran a su costa sin poder hacer nada para impedirlo.
Sí, nos espían. Si entendemos espiar como analizar el comportamiento de una persona sin que ésta sea consciente de que se la está observando. Las grandes corporaciones tienen acceso a mucha más información de los ciudadanos de lo que nos imaginamos. Pero el problema no es que las empresas conozcan a sus usuarios, lo que realmente es preocupante es que no podemos saber qué datos tienen de nosotros, ni con qué fin los usan. “Las empresas, digitales y no digitales, lo saben todo de nosotros, tienen una radiografía completa. Somos nosotros en ceros y unos”, asegura Álvarez.
Cuando una empresa te ofrece un servicio gratuito, es que el producto eres tú, te quieren a ti. Quieren saber quién eres, qué haces, dónde estás, cuáles son tus gustos y necesidades… cada vez que te conectas con uno de tus dispositivos a Internet. En definitiva, están comercializando con tus datos para obtener un beneficio económico. Guaylupo, que ha participado en Bruselas en la redacción del RGPD, plantea que: “lo que debemos preguntarnos es si el hecho de disfrutar de determinados servicios digitales gratuitos da derecho a las empresas a poder utilizar impunemente nuestra identidad digital con total falta de transparencia”.
En un principio, el objetivo de recabar esta información personal sobre los usuarios era la de ofrecer un mejor servicio. Pero la realidad actual es que con nuestros datos personales son capaces de predecir nuestros comportamientos y deseos e incluso de sesgar la información y mostrar como única opción lo que quieren que sepamos. Hemos tenido la oportunidad de ver su funcionamiento en varias ocasiones, especialmente en el ámbito político, como en las última elecciones de EE.UU, que dieron la victoria a Donald Trump, o en el caso del Brexit.
Y es que los españoles dedicamos una media de 75 días al año a navegar por Internet. Esto significa que pasamos cinco horas al día regalando nuestros datos, sin ser muy conscientes de lo que esto significa, ni de los riesgos que supone.
Un año después de la entrada en vigor del nuevo Reglamento de Protección de Datos, que obliga a las compañías a informar a los ciudadanos, que a así lo soliciten, sobre qué datos tiene de ellos y qué uso hacen de los mismos, la realidad sigue siendo muy distinta. “Por un lado, los usuarios no saben muy bien cómo ejercitar sus derechos y, por el otro, las empresas son reacias a facilitar esta información. Nosotros, desde Mydatamood, lo hemos intentado y no siempre nos han facilitado los datos”, asegura Guaylupo.