Columna de Luis del Ser, cofundador de Movilok

Las teorías que hablan de que la formación de un hábito tarda al menos 21 días en adquirirse surgieron a mediados del siglo pasado dentro del campo de la cirugía plástica y la psicología. Según un estudio basado en observaciones experimentales, ese era el tiempo mínimo necesario para que un paciente, al que habían modificado algún rasgo de su rostro, comenzara a aceptar su nuevo aspecto.  Sin tener que tomar al pie de la letra ninguna cifra mágica, la importancia de aquel estudio fue que comenzó a considerar al cerebro como un órgano moldeable y reconfigurable en el que los hábitos pueden adquirirse con la motivación y la repetición.

La pandemia en este año 2020 ha supuesto un frenazo brusco a la vida normal, que ha afectado prácticamente a toda la humanidad y que incluye periodos de tiempo de confinamiento social.  Todo esto ha creado las condiciones adecuadas también para generar nuevos hábitos. Aunque no queramos, al aparecer nuevas motivaciones y condicionantes, nuestro centro de atención también ha cambiado: ahora todos ya miramos de forma diferente a nuestro entorno y a situaciones cotidianas tanto en el ámbito personal como profesional.

A corto plazo las relaciones interpersonales son las que más se están viendo afectadas, aunque esperamos que esto sea reversible también a corto plazo por estar ligado a factores culturales muy arraigados y nuestra forma de ser.

También miramos de forma diferente a los objetos que nos rodean. Las circunstancias nos han colocado en predisposición para replantearnos como los hemos estado utilizando y nos ha hecho más receptivos a buscar alternativas. Precisamente este es el escenario perfecto para que aparezcan nuevos hábitos de uso que pasen a asentarse de forma permanente como rutinarios.

Los objetos de uso compartido que utilizamos diariamente se ven afectados y ahora contemplamos desde otra perspectiva las ‘interfaces de acceso’ de nuestro entorno físico, como: los botones de un ascensor, el pomo de las puertas, la carta de los restaurantes y otros documentos compartidos, un control de acceso basado en un teclado o en un lector de huella, un terminal táctil para sacar dinero o una entrada, un ticket de aparcamiento o el mando a distancia de la televisión en una habitación de hotel.

Sucede también con los objetos personales que intercambiamos, como cuando pagamos con dinero en monedas y papel, o cuando tenemos que presentar un documento de identificación para acceder a un edificio corporativo, o a la hora de registrarnos en un hotel. Afecta incluso a la relación con nuestro móvil: el reconocimiento facial o de huella para el desbloqueo del terminal ya no es válido en aquellas circunstancias en las que nos vemos obligados a llevar guantes o mascarilla.

Este cambio de actitud de las personas hacia los objetos está afectando también a las tecnologías porque de forma casi instantánea ha alterado el peso que unas y otras tenían hace tan solo unos meses.  Por ejemplo, todas aquellas tecnologías e interfaces de usuario que tenían su máxima expresión en que fueran ‘touch’ han dejado súbitamente de ser atractivas; ahora el interés se centra en tecnologías ‘touch-less’ sin contacto que permitan evitar en lo posible la manipulación directa de objetos compartidos. También todas las tecnologías relacionadas con el dinero electrónico y pago sin contacto o desde el móvil se ven reforzadas frente al papel moneda o a las tarjetas físicas.

Los nuevos retos actuales van a abrir la puerta a nuevas oportunidades en todos los sectores porque a nivel global, todos los posibles clientes se encuentran receptivos y en disposición de adoptar nuevas herramientas y nuevos usos de las actuales. Es un nuevo impulso hacia todo ‘lo digital’.  

Esta conjunción de oportunidad tecnológica y de predisposición de las personas también va a beneficiar de forma especial a los móviles.  Los dispositivos personales comenzaron tomando el papel central en las comunicaciones personales de voz para pasar, posteriormente, a ser también el principal dispositivo que utilizamos para acceder a internet y al comercio on-line y para relacionarnos en redes sociales.

A partir de ahora, muchos de los objetos físicos de nuestro entorno comienzan a ser cuestionados. Muchos de ellos van a re-plantearse y re-pensarse; algunos pasarán a estar conectados y otros pueden llegar a desaparecer siendo sustituidos por versiones digitales que no requieren de una manipulación directa.  

Con todo esto, nuestro móvil puede ampliar de nuevo su ámbito de uso y llegar a convertirse en el ‘mando a distancia universal’ con el que interactuamos con los objetos físicos del mundo real que ahora incorporarán una faceta conectada y on-line.

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